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Editor's Pick Música

Rasgando la superficie, la cultura del vinil en Guadalajara

A 37 años de la aparición del Compact Disc y 11 años del lanzamiento de Spotify, la cultura del vinil sigue vigente y en auge a nivel global. Nos acercamos a la escena de coleccionistas de discos en Guadalajara para saber más.

Parte I – Dices ser libre

“Dices ser libre, tengo mis dudas”, veo en un grafiti en una pared de la Colonia Americana por la que aleatoriamente me desplazo un caluroso jueves de primavera, ya parece verano. 

La conversación es buena, mi amigo y colega Manuel Ferraz llegó anoche a Guadalajara, viene con ganas de conocer la ciudad, hablamos de música como siempre. 

Mis cualidades de guía turístico han sido mermadas por un par de semanas brutalmente ocupadas bajo 35 grados celsius, miro el grafiti, sonrío y asiento con la cabeza, parece que me lo dedicaron a mí.

Vamos rumbo a “La Perla”, una tienda ubicada en Pedro Moreno y Chapu, con la intención de peinar cajas de vinilos en busca de alguna rareza para samplear. Se trata de aprovechar la ocasión, ya que Manuel estará en la ciudad por unos días e intentaremos hacer algún beat para la posteridad. 

Ambos sabemos que el tema de cazar discos es casi poético, tenemos casi toda la música del mundo a un click, sin embargo, aquí estamos, buscando un disco al azar.

Nuestro empeño no es casual, apreciar el formato que dio origen al soundsystem y la cultura del DJ, es apreciar pedacitos de historia palpable, limitada, finita… Una especie de lujo en el mundo de la inmediatez e infinidad digital.

Igual nos reímos de nosotros mismos — Siendo honesto, yo descubro el 99% de mi música en Spotify. — Dice Manuel mirando la pantalla de su celular, mientras tocamos el timbre de La Perla.— Yo también — Respondo, entre risas millennial.

La Perla

Nos recibe, “el Bola”, una leyenda del rock Tapatío y dueño de la tienda, quien con chela en mano y playera de los Sex Pistols nos da la bienvenida. A su lado y por completo azar, Jorge Fukushima, un DJ y coleccionista de vinil con gusto excepcional, que conocí recientemente, me saluda y me invita una fría, buen presagio. 

A 33 Revoluciones por minuto sobre la torna, gira un disco de “Os Paralamas do Sucesso” que Jorge trajo de Sao Paulo, decir que es un vinil difícil de conseguir, es un eufemismo. Siento saudades de Sao Paulo mientras lo escucho platicar sobre el disco.

Jorge Fukushima y Alberto Stangarone explorando La Perla.

Entre conversaciones sobre Tim Maia y otras leyendas, le pregunto a Jorge si el también vende discos, a lo que responde — Lo intenté, pero me apegaba mucho, no los quería vender — Y el bola interrumpe — Yo los escucho, les doy un besito y los pongo en venta — Nos reímos.

Ha pasado media hora y la calidad de la conversación se eleva, hay un ambiente casi familiar alrededor de la música.

Manuel se desapareció entre cajas de discos, mientras yo comienzo a rasgar la superficie de la cultura del vinil con Jorge y el Bola. 

Parte II – Felipe

Hay muchos tipos de coleccionistas de vinil: El melómano, el audiófilo, el DJ, el revendedor, todos con una pasión en común, la búsqueda de joyas en pasta.

Al platicar con Jorge, queda claro que su amor por la música va primero. Encontrar un disco con historia y sonidos inusuales, es la recompensa.

Su colección va desde afrobeat, hasta música brasileña, soul, funk, jazz, disco, cumbias de antaño, chicha peruana e italo disco, entre otras rarezas. Al escucharlo pinchar, escuchas años de investigación, discos que trascienden décadas y fronteras.

Pasar días enteros sorteando todo tipo de obstáculos en tiendas empolvadas y tianguis, ayuda a forjar una conexión más profunda con la música. 

Para los diggers de discos, la música no es algo instantáneo o pasajero, los discos son piezas de arte difíciles de conseguir. Cada disco carga una historia y se valoriza con el tiempo según su rareza, condición y contenido.

— Acá no hay algoritmo de sugerencias —, murmullo mientras exploramos algunas cajas. Jorge se ríe y continúa — se trata de desarrollar los sentidos, a mí en lo personal, me atrae el proceso de ensuciarme los dedos para descubrir cosas que no sabía que existían. Con el tiempo, comienzas a entender dónde buscar y qué buscar —.

Jorge Fukushima en la torna.

En una comunidad relativamente pequeña como esta, las relaciones se estrechan, las conversaciones detrás de cada disco, construyen una red que va más allá del intercambio comercial. — Muchos amigos, me han quitado vendas de los ojos — dice Jorge, refiriéndose a descubrimientos musicales.

Manuel aparece con un disco, mientras Jorge y yo hablamos sobre rarezas mexicanas en vinil. — En Guadalajara hay discos exóticos para el coleccionista internacional, cosas de Perez Prado, Mike Laure o Las Sonoras son muy buscadas, pero también hay grabaciones en español de rock &roll, cosas de los 50’s hasta los 80’s, con un carácter único —.

Wax Attacks


Al hablar de la cultura del vinil en Guadalajara, Jorge es generoso, recomienda tiendas como La Perla, TeaRecs, Wax Attacks y Roxy and Roll, habla de mercaditos como el Vinyl Fest y El Baratillo, menciona lugares como Pare de Sufrir, el Gallo Altanero y el Vietnam, pero sobre todo, Jorge reconoce a colegas como Tachidiscos o El Mortal, quienes son pilares de la escena del vinil en la ciudad.

Cae la noche, cerramos con una chela en la terraza y un compa de look metalero se sienta callado al lado de nosotros, nadie parece notarlo. El Bola suelta sus anécdotas, entre risas y chelas. Jorge nos invita a una tocada, sin embargo, Manuel y yo tenemos planes de partir a hacer beats con un disco de Sun Ra bajo el brazo.

Salimos de La Perla elevados, pedimos un Uber, pero nos cancela uno tras otro. — Algo pasa con la app — , digo antes de decidir tomar el camión 51-D Guadalupe a las 10:55 pm — turismo de aventura —. 

El metalero, sin preguntar, parece haber decidido acompañarnos. — ¿Cómo te llamas bro? — pregunto nervioso — Felipe — , responde a secas.


Jorge Fukushima en La Perla.


Lo que sigue es un trayecto silencioso, último camión en servicio.

Felipe, Manuel y yo, bajo un foco descompuesto dentro de la unidad. Detrás del conductor, una calcomanía de un pitufo que dice “El Chiqueado” bajo una luz azul titilante.

Al llegar a nuestro destino, Felipe se baja del camión y sin cruzar palabra, nos entrega un pedazo de papel que contiene una dirección bajo el título “Los Baños Turcos”. Felipe desaparece por una calle estrecha.

— Estas cosas no pasan en mi pueblo — Dice Manuel. Nos reímos un rato.

Parte III – Los Baños Turcos

La noche anterior no hubo energía para trabajar.

Ya es viernes por la tarde, Manuel sugiere que sigamos explorando la ciudad, comenzamos a contemplar la posibilidad de seguir cazando viniles para nuestro nuevo proyecto.

Bajo esa premisa, invito a Manuel al Vietnam, donde Paco Domínguez tal vez nos pueda dar nuevas pistas.

Vietnam es mi tipo de bar, un lugar relajado con vibras tropicales, tapices de flores, tigres estampados, precios razonables y gente congregada alrededor de un bonito DJ booth.

Arcade en el Vietnam.

Al entrar, un juego arcade de Super Mario Bros tropicalizado te da la bienvenida, intento jugar, espero que Paco llegue. Lo vemos llegar con su camisa de tucanes, nos sentamos en la barra y Paco nos cuenta un poco más sobre su amor por el vinil.

— Cuando era niño, disfrutaba los viniles de Led Zeppelin, Black Sabbath y Van Halen con mi hermano mayor, esa fue mi introducción a la música. Pasó el tiempo y en algún cambio de casa mi mamá los tiró. Eso me generó una añoranza, así que con los años comencé a buscar esos discos en los tianguis. Así comencé a coleccionar —.

DJ booth del Vietnam.

Al contrario de lo que alguna gente piensa, — el Vietnam no es un lugar guapachoso — explica Paco —Hay música tropical, pero también se navega entre pop, synth-pop, funk, soul, jazz, reggae, dancehall, rock, punk o hip hop — si Paco o su socio Ubaldo compran un disco, es posible que suene en el Vietnam mientras disfrutas tu chela con un taco de huitlacoche. Toda la música se escucha en vinil, salvo contadas excepciones.

Anecdóticamente, Paco cuenta que hace años era económico conseguir discos a buen precio en el baratillo, con el tiempo y el resurgimiento del formato, los vendedores han comenzado a entender el valor de ciertos discos y naturalmente, los precios han subido al igual que la demanda.

—Se fue haciendo caro el baratillo — risas.

Al preguntarle sobre su motivación, Paco responde — cuando coleccionas discos, te mueve la curiosidad, la sensación de que puedes encontrar algo chido siguiendo una corazonada. El disco no sólo contiene buena música, también tiene un valor simbólico —.

Paco Dominguez.

Para continuar nuestra búsqueda, Paco nos recomienda visitar Wax Attacks, Joselino Records, La Perla, TeaRecs o hablar con Memo en el tianguis cultural, mientras le da la vuelta a un 12 pulgadas de Studio 1 que giraba sobre la torna. 

Ha pasado un rato, pedimos la cuenta, meto la mano en mi bolsillo y junto a un billete de 200, encuentro la dirección de “los baños turcos” de Felipe. Al compartirlo con Paco, su cara se ilumina — Órale ¿Ya escucharon sobre los baños turcos en Santa Tere? Dicen que están llenos de discos — A lo que inmediatamente respondemos — ¿Quieres ir? —.

Paco se anima, abordamos su carro y nos vamos a la dirección escrita en el pedazo de papel. — ¿Conoces a Felipe? — pregunto intrigado, Paco no lo conoce.

Al llegar a la dirección, encontramos una tienda de libros usados con una caja que contiene algunos discos. En medio de la parcial oscuridad del local antiguo y un poco confundidos, comenzamos a escarbar, cuando el dueño del lugar, en chanclas y con voz profunda nos cuestiona — ¿vienen a los baños? —.

Caminamos en fila al ritmo de sus chanclas, el don prende un cigarro largo, lo rodea un aura misteriosa. Después de un par de manzanas, en un edificio golpeado por los años, los baños turcos, hoy convertidos en bodegas, abrían sus puertas para nosotros. Toneladas de discos viejos entre humedad y moho… Suspendidos en el tiempo.


Rasgando la superficie de la cultura del vinil en Guadalajara, se hace evidente que las historias y los intangibles son tan valiosos como la música misma.

En un mundo acostumbrado al descubrimiento algorítimico y a las tendencias efímeras, el objeto físico y la historia detrás de un buen hallazgo, adquieren un valor exponencial.

De Felipe nunca volvimos a escuchar.

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