Este instituto, con sede en Nueva York, tiene una tarea muy peculiar en el mundo del arte contemporáneo. Y es que cuando alguna pieza sufre daños accidentales y es declarada como pérdida total por las aseguradoras de arte, la retiran de circulación y la consideran oficialmente como un objeto despojado de cualquier valor (ya sea estético o monetario).
Es entonces cuando el SAI cobra relevancia y activa su trabajo curatorial, ya que una vez que cualquier aseguradora o actuario declare la pieza como pérdida total, se encarga de reclamar la custodia de todos esos “objetos sin valor”.
Así, en una de las principales salas del Museo de Arte de Zapopan, podrás apreciar algunas de las piezas que el SAI se ha encargado de custodiar. Lienzos agujereados, juegos de té hechos añicos, esculturas partidas por la mitad, fotografías decoloradas. Un inventario del fracaso.
Y si bien la premisa de la exposición suena absurda y vacua, no deja de ser interesante y reflexivo enfrentarte a dos circunstancias muy peculiares del mundo del arte.
Por una parte, puedes explorar las generalidades de un mercado especulativo que depende de múltiples agentes (curadores, aseguradoras, museógrafos, actuarios, críticos, artistas, coleccionistas, lavadores de dinero, etcétera) para definir cuándo algo es arte y cuándo es un objeto sin valor.
Es un acercamiento lúdico a una de las preguntas rectoras de la estética contemporánea: ¿qué es arte?
Y, por otro lado, la curaduría de la exposición (a cargo de la fundadora del SAI, Elka Krajewska) es una provocación constante.
Esta exposición es una muestra contundente de que los límites del arte son aún expandibles y sus horizontes aún capaces de generar reflexiones. Y no deja de ser un lujo que sea Zapopan y su contexto barrial donde se den estas intenciones estéticas. Mucho hay que agradecer al MAZ.
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