Por Óscar Beltrán
Esta cinta cuenta la historia de un grupo de soldados estadounidenses que durante la Segunda Guerra Mundial, mientras intentan cumplir una misión en campo enemigo, descubren un extraño laboratorio en el que se realizan experimentos con humanos para hacerlos parte de un ejército de súper soldados.
Como productor, JJ Abrams se ha ganado el título del maestro de las sorpresas, nombre que adquirió al ser el creador de la poco celebrada serie Fringe, o bien la notable campaña publicitaria alrededor de Cloverfield, aunque el producto final no fue tan bien recibido. También con la serie Lost alimentó el mote, aunque poco a poco todo comenzó a perder sentido.
Su siguiente paso ha sido dirigir películas como el séptimo episodio de la saga de Star Wars y revivir Star Trek, que ya va en trilogía. Ahora, sin mucho ruido, y con una discreta campaña, produce y presenta una cinta que combina los ingredientes perfectos para los amantes del cine serie B: nazis, guerra y zombies. Se trata de Operación Overlord, que calladita y con bajo perfil ha llegado a los cines de todo el mundo para estallar con su irreverencia en la pantalla grande.
Esta película tiene una secuencia inicial monumental, que sin duda se disfruta todavía más en IMAX. Un plano secuencia en el que se ve a los soldados alistándose para saltar en paracaídas en terreno francés dominado por los nazis. Esta escena no le pide nada a algunas que nos han dejado sin aliento, como escenas de Dunkerque o Rescatando al soldado Ryan (guardando sus respectivas comparaciones).
De aquí se desencadena la misión que se les ha asignado a un pelotón: ir y destruir una torre que bloquea señales áreas, la cual ha sido construida sobre una iglesia en un remoto pueblito francés. Tras un descenso caótico solo sobreviven cuatro soldados, todos muy distintos entre ellos. Tenemos al rudo que le gusta torturar y experto en explosivos; el noble que añora casa y que le teme a la violencia; un fotógrafo; y el que se siente todo un matón, bocafloja, aunque por dentro es blando.
La película cumple con lo que es: una aventura estilo serie B, una extraña combinación de lo que han creado mentes como Robert Rodríguez, Quentin Tarantino, entre otros. Hay suspenso, hay un poco de horror, hay sangre, héroes que parece que repelen balas y ellos traen una gran puntería. Un punto a su favor es que de pronto toca el tema de los nazis realizando experimentos con los pobladores, en busca de crear un ejército inmortal para un Reich de mil años. No faltará quien se crean que está basada en hechos reales.
Otro punto importante es la parte femenina, aquí más allá de poner un interés amoroso de alguno de los protagonistas, es más bien alguien harta de los nazis, de su presencia y prefiere tomar las armas y buscar su propia justicia.
Una cinta con aires de serie B, pero que tiene una manufactura impecable en las escenas de guerra. Exagerada, sí, dramática por otro lado, se queda corta en meterse en las mejores creaciones de Abrams; pero cumple como una película palomera para aquellos que gusten de las películas con este espíritu e inocencia de sólo querer entretener.
