El poblado de Mezquitán es uno de los más antiguos del Valle de Atemajac. Y aunque no se tiene certeza precisa de la antigüedad de sus orígenes, podemos saber de su relevancia histórica ya que aparece en casi todos los planos de la Guadalajara virreinal. Este barrio ha sido testigo infalible de la evolución urbana de Guadalajara. Su panteón, la parroquia de San Miguel, la capilla de Jesús y su mercado de flores son sitios emblemáticos que nos rememoran el pasado de la ciudad y la vitalidad de su gente.
Este barrio ha estado conectado con el antiguo casco histórico en un camino del mismo nombre, la hoy calle Mezquitán. Ésta, comienza al sur en Morelos y termina al norte casi intersectada con la avenida Federalismo a la puerta del panteón y en el bullicio del mercado de flores.
Esta calle vive las contradicciones de casi toda la vida céntrica de Guadalajara: una vida de barrio ávida y latente, pero condenada al abandono del patrimonio construido y los vicios de los sitios que se convierten en tránsito y comercio, que dejan de lado el sentir comunitario. Ante esto, fue que se decidió activar Camarada —un proyecto del despacho creativo Taller México— que busca fomentar la participación ciudadana mientras se realizan acciones para mejorar la ciudad.
Durante tres acciones colectivas, se pintaron casi todas las fachadas del Paseo Mezquitán desde Hidalgo hasta el jardín del Refugio. La idea fue basarse en una misma paleta de color para dar sentido y congruencia tanto a vecinos como a transeúntes. Así, decenas de voluntarios se apropiaron del Paseo Mezquitán para revivir su esplendor barrial y activar sus vínculos con la ciudad.
Además de pintar las fachadas, el proyecto buscó una intervención más simbólica que apelara a reconstruir la memoria histórica del barrio. Así, se invitaron a diversos artistas e ilustradores contemporáneos a intervenir un muro del Paseo. La idea fue trabajar bajo la temática de la botánica jalisciense, buscando hacer homenaje al mercado de flores del barrio.
Todos los artistas que trabajaron son jóvenes que han encontrado en la ilustración un camino contundente para reconstruir la narrativa de Guadalajara y los tiempos que corren. En su trabajo apelan a estilos globales, pero siempre uniéndolos a referentes locales. Así, el Paseo Mezquitán quedó marcado por la huella del talento contemporáneo que además de plasmar sus trazos en los muros, construyeron sus piezas de la mano de vecinos y locatarios.
Entre los participantes estuvieron Estefanía Chávez, Roberto Sánchez, Alejandra García, Paulina Magos, Daniel Barreto, Licca Quitero y Paloma Luis.