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Cine y Teatro

“¿Quién mira a quién?”, un análisis de El Faro por Gustavo Salazar

En medio de la higiene mental de dos personajes observantes y observados, la tempestad viene como castigo divino desde el mar

¿Quién mira a quién?

En una isla remota de Nueva Inglaterra, erigido, el faro observa. Un protector de aquella luz, Thomas Wake, y su ayudante, Ephraim Winslow, son los responsables de mantener la luz que emite el faro, que es el centro de este film. En medio de la higiene mental de dos personajes fototrópicos*, observantes y observados, la tempestad viene como castigo divino desde el mar, dejándolos a suerte de la locura y la inanición.

Thomas Wake (izquierda) y Ephraim Winslow (derecha)

Técnica cinematográfica

La fotografía de The Lighthouse nos remonta a los principios cinematográficos, cuando el lenguaje prematuro experimentaba con la geometría, altos contrastes de luz; cuando la experiencia cambiaba dependiendo de la proyección.

Podemos constatar la decisión de hacer una relación de aspecto de 4:3 (un formato cuadrado, en vez de rectangular) que no fue en vano, pues evoca hacia la ontología del cinematógrafo. Regida por planos que van hacia la verticalidad, movimientos que únicamente suben, nos hace cuestionar: ¿Es El Faro quien observa? ¿Realmente nosotros estamos mirando la pantalla o es la pantalla quien nos observa?

Formato 4:3 (cuadrado, en vez de rectangular; no abarca toda la pantalla) de El Faro Imagen: KBN Next Media

Nos presentan a Wake y Winslow con una retadora mirada, es ahí cuando empezamos con un duelo entre espectador y pantalla. A pesar de esa estética visual muda, nada en la isla calla: un faro que aúlla, el viento sórdido y grave, las flatulencias de Wake, una atmósfera que fomenta una poesía sonora, complementando el drama de diálogos y la esgrima actoral entre Dafoe y Pattinson.

Wake y Winslow con una retadora mirada Imagen: Cine Sin Fronteras

Símbolos en El Faro

La isla y estos personajes recurren a los viejos mitos, el reto de los mortales hacia los dioses, la hazaña prometeica de robar el fuego y traerlo a la Tierra. ¿Qué guarda la luz del faro? Wake, con celo, guarda el conocimiento que hay en ella.

El faro también está dotado de una energía sexual, anclado a la tierra y erecto; esconde una luz femenina. El viejo farero Wake cumple sus deseos pegado hacia esa luz igual que una polilla hipnotizada, durante largas horas parece esconder algo que nadie sabe. Solo él allá arriba, protector de aquel luz-fuego, puede entender con atisbos y premoniciones que el mar y el viejo Neptuno le confían. ¿Es acaso Winslow el mortal retando a los mismos dioses por obtener el conocimiento?

“¿Es acaso Winslow el mortal retando a los mismos dioses por obtener el conocimiento?”

Los poderosos dioses llevan la tragedia, impidiendo que Winslow llegue hacia la luz, mandando míticas bestias, tentando al mortal Winslow para frustrar su energía sexual, tensos ante un falo, imposibilitados de realizar sus propios fetiches.

Conflicto entre Wake y Winslow

De la misma forma, los personajes adoptan una postura vertical al observar, Wake desde la cima del faro, Winslow de pie observando a Wake dormir: una lucha masculina de ver quién permanece erecto dominando al otro, y claro, nosotros sentados completando el cruce de miradas ante la pantalla.

Thomas Wake parece conocer los viejos mitos del mar, con toda su experiencia parece estar dotado de capacidades que solo los dioses tienen, o le confían: la locura, la ebriedad, la luz, lo han vuelto un predicador y un vidente de la crueldad sin misericordia que infligen las divinidades. Ephraim Winslow huye de un pasado rebelde contra lo superior, cae en las mismas redes, esta vez con un fin.

La locura, la ebriedad, la luz. Imagen: Looking Back

Al igual que el engaño de Prometeo y el sacrificio del Buey, Winslow sella el pacto de la tempestad con las gaviotas. La carne que no pudo comer Zeus es la misma que exige Winslow a Wake, por eso la furia sagrada se desata en Wake y sentencia con todo el poder divino que le ha dado la luz, el mismo final de Prometeo.

La luz del cine

Pensemos en los delirios de Ephraim, al mismo tiempo que tiene esta imagen de Wake sometiéndolo, con una poderosa luz que emana de la mirada, la revelación de su pasado, de la culpa y de las visiones del futuro, igual que el cuadro de Hypnosis de Sascha Schneider, me hace reflexionar que todo este tiempo que miramos The Lighthouse también caemos en la misma condena y revelación de Winslow.

La misma belleza de la luz es la que presenciamos cuando llegamos a una sala oscura para ver un cuadro proyectado y nos volvemos delirantes ante la pantalla, que es una analogía del increíble poder seductor a la experiencia cinematográfica. Una isla en 1890, cinco años antes de la llegada del cinematógrafo, premonición de tempestad.

Hypnosis de Sascha Schneider. Imagen: Wikimedia

Nosotros los espectadores nos apilamos como pequeños insectos en habitaciones oscuras para cumplir fetiches sexuales, para someternos ante tragedias, para tener revelaciones y hacernos omnipresentes a través de quien mira, y quien nos mira. Pensamos que el faro estuvo mirando, los personajes nos retaron y crearon una inquietud en nosotros, igual que el cuadro de Hypnosis, creímos todo el tiempo que tenemos el control sobre la luz, cuando es ella quien nos ha sometido a nosotros.

¿Quién mira a quién?

*fototrópico: que se dirije, desplaza o crece hacia la fuente de luz.

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